Raices firmes para volar alto

Sole

2/2/20251 min read

                                 Raices firmes para volar alto

Migrar es mucho más que cambiar de país: es cambiar de piel, de idioma y, a veces, de nombre interior. Lo sé porque he vivido en siete países, y en cada uno de ellos me reinventé. Pero con los años descubrí algo esencial: no importa cuánto te transformes, tus raíces siempre viajan contigo.

Durante mucho tiempo creí que migrar significaba empezar de cero. Llegaba con entusiasmo, pero también con la sensación de que debía adaptarme completamente al nuevo entorno para “pertenecer”. Hasta que entendí que pertenecer no es olvidar de dónde vienes, sino integrar lo que eres con lo que descubres.

Las raíces no son una carga, son tu punto de equilibrio, tu cable a Tierra. Son los valores, las memorias y los vínculos que te recuerdan quién eres cuando todo alrededor cambia. Son el idioma que llevas en la piel, las comidas que preparas sin receta, la forma en que miras y nombras el mundo. En cada país donde viví, mis raíces me ofrecieron un hogar interior: un lugar al que podía volver cuando la nostalgia o la incertidumbre me visitaban.

Migrar te enseña que puedes florecer en distintos suelos, pero que la savia que te sostiene viene de la misma fuente. Y cuando logras honrar tus raíces sin quedarte atrapada en ellas, descubres una libertad nueva: la de ser de muchos lugares sin perderte en ninguno.

Hoy sé que mis raíces no están en un territorio, sino en mi historia, en las personas que amo y en los caminos que me formaron. Ser migrante es aprender a caminar con las raíces al aire, confiando en que lo que realmente importa ya viaja dentro de ti.

Porque al final, no se trata de elegir entre el origen y el destino. Se trata de recordar que, cualquiera sea tu camino, tus raíces te sostienen para que tus alas puedan abrirse.

silhouette of woman raising her right hand
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